Tengo un amigo
María josé Jimeno

Tengo un amigo, de los más grandes,
de los que están ahí, que siempre están ahí rías o llores.
De esos amigos que siempre escuchan
y a los que cuentas tan sólo a ellos tus secretos.
A Él le conté que no soy como quiero ser,
que cada día me cuesta mas amar, incluso a Él.
A Él le conté que estoy harto de mi debilidad,
de saber muy bien lo que hay que hacer
y caer cada vez que se prueba nuestra amistad.
Mi buen amigo, no dijo nada,
quedó escuchando un poco triste mis palabras.
Cogió mis manos, secó mis lágrimas
y en el silencio de ese momento pude oír su voz.
Que me contó que ya antes de nacer me amó,
que cada día que pasa Él me quiere un poco más.
Me recordó que su amor es incondicional,
que es más grande de lo que es el mar,
que por lejos que me crea que fui
Él siempre está ahí.
Y desde entonces sólo vivo ya
pidiéndole a ese amigo fuerza para andar
confíado que su amor será el que me lleve a ese lugar [bis]
donde Él y yo podremos ser dos amigos
que ya nunca nadie intente (bis, “pueda”) separar.