Los Pequeños
Luispo

Nanananá, nanananá, nanananá, nanananá
nanananá, nanananá, nanananá...
Cómo le sonríe a la mula al Chiquillo,
cómo le ha cerrado los ojos al buey,
y entre carantoñas y gestos sencillos
a su lado ríen María y José.
Hogar de Belén: pequeñeces sin brillo
llenan de alegría el corazón de un Rey
que no quiere más tesoros que aquellos mugidos
y los besos que le da su Madre buena y yo también.
El Amor del Cielo
quiere nanas y llorar y hacer pucheros
y llenar de balbuceos mi corazón
donde busca su calor y su consuelo.
Nada más eterno
más gigante que el amor de los Pequeños.
En el Reino de los Cielos suenan mugidos
y rebuznos y canciones de recreo.
Súbele a mis lomos, María, que quiero
llevarle conmigo hasta Jerusalén,
que griten los Niños de todos los pueblos
“¡Viva Dios que salva! ¡Viva el Enmanuel!”
Yo seré su trono, seré su consuelo,
borrico de noria, jardines de fe.
¡Llena de luceros hoy la noche ha aparecido,
se han abierto los caminos y el Camino es siempre Él!
El Amor del Cielo
quiere nanas y llorar y hacer pucheros
y llenar de balbuceos mi corazón
donde busca su calor y su consuelo.
Nada más eterno
más gigante que el amor de los Pequeños.
En el Reino de los Cielos suenan mugidos
y rebuznos y canciones de recreo.
Nanananá, nanananá, nanananá, nanananá
nanananá, nanananá, nanananá...
Nanananá, nanananá, nanananá, nanananá
nanananá, nanananá, nanananá...